Una elección entre irrupciones y eternos retornos

A pocos días de la cita que tenemos los colombianos con las urnas, para elegir a un nuevo presidente de la república, parece haber algo altamente probable: habrá una segunda vuelta para definir quién regirá los destinos del país por los próximos cuatro años.

Según las encuestas que pudieron ser difundidadas hasta el sábado anterior, el candidato que tiene más posibilidades de avanzar a esa segunda etapa, es Iván Duque, representante del Centro Democrático. Le sigue los pasos, Gustavo Petro, de Colombia Humana, en el tercer lugar, Sergio Fajardo, del Partido Verde, y en el cuarto lugar, Germán Vargas Lleras; en los últimos lugares, y prácticamente sin opciones de victoria: Humberto De la Calle y Alfonso Trujillo.

En el imaginario nacional se tiene la percepción de que Petro, Fajardo y Vargas Lleras están disputándose el segundo tiquete al ballotage, más allá de la aparentemente cómoda diferencia del candidato de la Colombia Humana.

Con una campaña llena de enfrentamientos, quejas por guerra sucia entre varios candidatos y debates poco productivos, la percepción ciudadana es que se va a votar en función de la antipatía o temor hacia algunos candidatos, más que por las calidades y programas de los mismos.

Iván Duque, siendo el candidato más joven en edad, representa el regreso al poder del expresidente Alvaro Uribe Vélez, recordado por buena parte de la población por sus ejecutorias en materia de orden público (y específicamente por haber diezmado en gran parte a las guerrillas de las Farc y el ELN) y por un crecimiento importante de la economía, principalmente durante su primera administración. Pero, de igual forma es recordado por otra parte de la ciudadanía por su poca tolerancia a la crítica y talante autoritario, así como por episodios trágicos como las ejecuciones extrajudiciales de miles de personas a manos de agentes de la fuerza pública para obtener beneficios ofrecidos a los miembros de las fuerzas militares, los conocidos por la opinión pública como “falsos positivos”, y por las acusaciones que se le han hecho de connivencia de miembros de su gobierno con el paramilitarismo. El peso que en la balanza de los votantes, tenga la buena imagen frente a la mala imagen del expresidente y hoy senador será definitivo para el caudal de votos que al final recoja Duque, quien por sí mismo no genera mayores sensaciones positivas o negativas teniendo en cuenta que no tiene registro en la memoria de los colombianos, más allá de su condición de senador del Centro Democrático durante los últimos cuatro años.

Gustavo Petro por su parte, quien recoge el descontento generalizado hacia la clase política tradicional, y se ha mostrado como un candidato conocedor de la realidad nacional y los problemas que aquejan al país, se enfrenta al temor generado, en primer lugar por su imagen de pobre ejecutor que dejó en su paso por la alcaldía de Bogotá (administración en la cual cosechó muchos enemigos y descontento generalizado, lo cual hace paradójico su actual nivel de intención de voto incluso en la misma capital de la república), y en segundo lugar, por la propaganda creada desde la derecha en el sentido de que representa la llegada del modelo político y económico del “socialismo del siglo XXI”, con resultados más que cuestionables en la vecina Venezuela. Propaganda que inexplicablemente fue impulsada por el mismo Petro al apoyar algunas posiciones del gobierno del país vecino y al ser ambiguo en años anteriores al ser interrogado sobre su simpatía por dicho modelo. En tal sentido, a pesar de que en los últimos meses ha tratado de desmarcarse de esa idea al darse cuenta el daño que le hacía a su candidatura, parece demasiado tarde para recuperar credibilidad. No obstante, se ha mostrado en la plaza pública, como el candidato más acompañado por el fervor popular, teniendo en cuenta que muchas personas lo ven como una víctima de una guerra sucia ideada desde el “establecimiento” para minar su credibilidad.

Sergio Fajardo se quiere mostrar, y así lo identifica parte de la población, como una opción moderada frente a los extremos representados por las candidaturas de Duque y Petro, a menudo enfrentados en los medios de comunicación, y sobre todo en las redes sociales, por vehementes seguidores, que generan preocupación en la porción del electorado que se siente fatigado por los enfrentamientos originados en simpatías políticas. Con experiencia como gobernador del Departamento de Antioquia y alcalde de Medellín, en administraciones que en términos generales se consideran adecuadas, aunque con quejas de algunos críticos frente al verdadero impacto de las mismas, el principal enemigo que ha mostrado en la campaña ha sido él mismo, al asumir una estrategia en la cual la percepción de la ciudadanía, y que ha sido hábilmente explotada por sus competidores, es que no tiene posiciones concretas ante los diferentes temas que hacen parte de la agenda nacional. Esta percepción se ha visto fortalecida en algunas entrevistas y en los debates, en los cuales la opinión generalizada es que no ha mostrado claramente cuál es su posición final frente a los problemas que aquejan al país. Sin embargo, se considera que, en caso de alcanzar la segunda vuelta, sería un candidato con serias opciones para obtener la presidencia de la república. Adicionalmente, Fajardo es visto como un candidato que por su talante moderado puede ser un as bajo la manga para vencer a los candidatos más temidos (Petro y Duque) siendo significativo el hecho de que, a pesar de que por la coyuntura electoral se le ha querido marcar como un candidato de izquierda, en realidad es bastante afín con el sector más moderado de quienes apoyan a Iván Duque, y de hecho ha sido respaldado por una parte del empresariado antioqueño.

Germán Vargas Lleras, el último candidato que se considera con opciones de victoria, a pesar de los bajos puntajes mostrados en las encuestas, es en cierta forma la sorpresa negativa de las mismas, pues es el candidato que se ha preparado con más tiempo para la carrera a la presidencia, habiendo sido vicepresidente y ministro del actual gobierno, y teniendo además ejecutorias medibles. No obstante, también se le percibe como un candidato que representa a la clase política tradicional, lo cual lo hace blanco fácil de las críticas en una contienda en la cual esa clase política está siendo fuertemente cuestionada, en medio de los incontables escándalos que se ventilan diariamente en los medios de comunicación. Sin embargo, se considera que puede tener opciones de avanzar a segunda vuelta, con base en el apoyo que tiene de partidos y movimientos políticos con fuertes maquinarias electorales, y se considera que de pasar a la segunda ronda, podría servir de contención a los candidatos más temidos por el electorado, Petro y Duque.

Faltando entonces tres días para los comicios, sigue reinando la incertidumbre, acompañada de cierta resignación entre quienes quisieran tener mejores opciones para elegir y algún temor por la eventual llegada al poder de candidatos que representan circunstancias que podrían afectar gravemente la situación económica del país, así como la convivencia, la tranquilidad y las libertades individuales.



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